viernes, 17 de enero de 2014

Te quiero.

Cuando te conocí creí que solo serías un amor de verano. Cuando menos pensé ya era invierno y ya era demasiado tarde como para negar que estaba enamorada de ti. Y sabía que no era algo pasajero. No era algo con la duración de una estación. Sería algo lindo y sincero. Lo más sincero que había sentido. Y lo más maduro, quizás. Porque nunca había pensado tanto antes de hacer algo. Y antes de decirte te quiero lo pensé unas 3 veces. O menos. Porque si lo pensaba más, no lo diría. Pero desde el primer momento en que te vi supe que había algo en ti que no encontraría en ningún otro hombre. Y que en realidad ya no necesitaba buscar porque lo había encontrado. Lo supe porque a tu lado sentí una paz que nunca nada supo traerme. Una paz que solo tus ojos saben darme. Esa mirada pícara que hace que mi risa nerviosa salga. Y es que sin esa preciosa sonrisa que posees no sé qué sería de mí. Tal vez mi vida seguiría justo como antes de que llegaras. Sin sentido. Pero agradezco tanto de que hayas llegado. Y ahora a lo que más le temo es a perderte. Algo tan bueno no puede terminar así. Te quiero. Y gracias por fijarte en mí cuando yo era invisible para todos. Créeme que lo valoro mucho. Porque la gente no suele valorar esas cosas. Antes de ti tenía un prototipo muy estúpido del amor. Y tú me has hecho cambiar mi perspectiva de varias cosas. Y así es el verdadero amor. Te hace crecer como persona, te hace pensar que cosas que antes creías imposibles pueden ser tan posibles y tan simples  como respirar. El problema de muchos es que piensan que si una pareja no hace lo que “debería” hacer cualquier pareja, no va a funcionar. Y no, en realidad así no funcionan las relaciones. Tienes que aceptar a la persona tal cual es. Y darle a saber que puede contar contigo en todo momento. Y demostrarle que le quieres. Y eso es muy sencillo, muy simple. Pero a la gente le gusta complicarse la vida. Y piensan que si el hombre no le habla primero, que si no le compra rosas, que si no la visita cada tantos días, que si no la llama para preguntarle cómo está; si no hace todas esas cosas NO LA QUIERE. Qué patético modo de pensar. Y pensar que yo así pensaba antes. Pero ahora me conformo con el simple hecho de estar contigo algunas horas y el resto del tiempo pensar en ti. Y para mí eso es suficiente. Con el hecho de ver cómo me miras yo sé lo mucho que sientes por mí. Y eso, tu simple mirada, me da ganas de vivir. Me hace sentir como si todo, incluso la vida, valiera la pena. Como que soy capaz de realizar todo lo que me proponga. E incluso más. Tu mirada da mucho. Me lo regala todo. Me da vida. Me da esperanza. Y sobre todo amor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario