Hola,
esta carta es para ti. Con todo lo que no te pude decir por miedo o vergüenza o
por falta de oportunidad. Porque durante estos dos años hemos tenido muy pocas
ocasiones en las que nos quitamos las máscaras y enfrentamos la realidad. Para
ti que me has destrozado de una y mil maneras. Desde un principio supe que todo
estaba mal. Que relacionarme contigo estaba mal, fuera de la manera que fuera.
Siempre supe que ya estabas en una relación, eras imposible para mí. Lo raro es
que siempre fui consciente de que no ibas a terminar con ella. Y lo peor es que
eso dejó de importarme. Lo que no soporté fue tomarte de la mano y acariciarte
el rostro y pensar en que ella puede hacer eso todo el maldito tiempo que
quiera. Y yo tuve que esperar 21 meses para poder hacerlo. Muchas noches lloré
hasta quedarme dormida. Y no era la primera vez. No eres la primera razón por
la cual lloro todo un mar de lágrimas. Sin embargo, esta razón es la peor que
he tenido en mi vida. He estado mal, muy mal. Se me olvidó la moral, se me
olvidaron los valores. Perdí todo lo que me hacía ser buena persona, buena
mujer, todo por estar contigo. Aunque sea un ratito. No soporto la idea de que
te dejé hacerme todo el daño que tú quisieras. Según tú me hacías daño para
alejarme y que te dejara en paz, como tu mecanismo de defensa, pero al
protegerte a ti a mí me partías el alma en pedacitos. Pedazos que he tratado de
cocer a base de vicios y personas que no han sabido reparar el dolor o llenar
el vacío porque simplemente no eres tú. No son ellos los que deben sanarme.
Incluso tú tampoco podrás sanarme nunca. Yo voy a sanar solita el día que pueda
escuchar tu nombre, verte pasar y no sentir que se me doblan las piernas y que
se me va el aire. He tratado de huir de ti de mil maneras. Nada funciona porque
siempre nos volvemos a encontrar. Hacerte el amor y que tú sólo me cogieras
también dolió mucho. Besarte hasta el alma y que tú sólo pusieras tus labios
con los míos. Quiero arrancar tus recuerdos y tus mentiras y todo lo que tenga
que ver contigo. No entiendo por qué me hiciste esto. Por qué me hice esto. El
rencor y el odio estuvieron presentes por un buen rato. Quería hacerte daño.
Que sufrieras más de lo que yo había sufrido. Pero ya no. Me di cuenta que no
me haría sentir mejor en ningún nivel el hecho de que tú estuvieras igual de
mal o peor que yo. Dejé de mentarte la madre mentalmente y empecé a pedirle a
Dios por ti. Le pedí que me ayudara a soltarte. Que te cuide a ti, a ella, a tu
familia. Que cuide todo de tu vida. He pedido que te pasen puras cosas buenas y
que te vaya bien en todo. Y eso es lo único que quiero, que te vaya bien, que
te des cuenta de que en realidad nunca necesitaste nada de mí porque ya tenías
a una persona que te ama y respeta y haría todo por ti. Ya eras de alguien y
alguien ya era para ti, no había necesidad de buscarme o hacerme creer que
serle infiel se justificaba porque sí era amor. Nunca te voy a creer que nos
quisiste a las dos al mismo tiempo. Nunca te voy a creer que sí era amor. De mi
parte sí lo fue. Por ahora lo único que quiero es pedirme perdón. Y, de hecho,
también te quiero pedir perdón a ti. Sé que te causé problemas y algo de
desmadre en tu vida. Pero nunca quise hacerte daño. De ningún modo. Espero
podamos salir de esta. Cada uno a su manera. Y que pronto dejemos de chingarnos
la vida. Ya nos dimos muchos putazos emocionales. Como que ya fue suficiente
¿no? Ambos debemos seguir nuestros respectivos caminos, el uno sin el otro. Sé
que vamos a estar bien. Gracias por los (pocos) buenos momentos que tuvimos.
Aprendí a desconfiar de la gente y a no creer tan fácilmente pues cualquiera
puede mentir o exagerar una verdad. Deseo de todo corazón que tu vida esté
llena de logros y éxitos y que tú y tu novia sean muy felices.
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